Unas cuantas veces a la semana realizo un recorrido en moto de una punta a otra de mi ciudad. Ese trayecto que cubro, con ganas de llegar a destino, tiene la tendencia de barrarme el paso en forma de semáforo en rojo. Tengo la sensación de que es algo premeditado, como si al encarar esa pendiente descendiente, bastante pronunciada, algún tipo de fuerza me quisiese allí, parado.
No me queda más remedio que poner el punto muerto, bajar mi pierna izquierda y accionar con la derecha el freno trasero. Finalmente apoyo mis manos sobre el deposito y hago una pequeña inclinación para descansar.
Al levantar la vista, justo delante mío, en el lado derecho del camino que debo seguir se alza un tanatorio.
Varias veces a la semana yo observo esa imagen. Es un edificio blanco, con esa arquitectura que lo convierte en algo anodino. Lleno de luz y de contrastes. Si no supiese lo que es bien podría pasar por un museo , o un edificio administrativo que desea poner un contrapunto moderno a un estado viejo.
Pero la realidad es que dentro de ese edificio se están despidiendo a amigos, a familiares que nos han precedido o incluso peor, a familiares que nos han sucedido. Es el inicio de un camino que nos lleva a aceptar la mortalidad como parte de la vida.
Por lo menos durante el breve lapso de tiempo que va desde la noticia hasta unos cuantos días después de la ceremonia. Luego volverán a sus vidas, y retornarán a las discusiones, a las expectativas no cumplidas, a las frustraciones asociadas, a querer controlar lo que no depende de ellos. Volverán a sus vidas y ya no recordarán que en cada cambio de ese semáforo de esa cuesta, una historia se va.
Cuando el verde me da paso, aprieto el freno delantero, dejo caer mi pierna derecha, meto primera con la izquierda, y acelero. Bajo la cuesta con una frase grabada en mi mente, justo cuando entra la tercera y el tanatorio queda a mi derecha: Memento Mori. Recuerda que morirás
by Txema Morales. Escritor y Coach.
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