Sabemos de nuestra mortalidad, pero actuamos como si fuésemos inmortales. Como decía Séneca: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”.
No estoy hablando de hacer mil cosas a lo largo del día, de estresarnos para llegar a todo aquello que nos propongamos o de tener objetivos elevados a los que tengamos que dedicar todo nuestro esfuerzo. Me refiero a lo que escribió Marco Aurelio en sus meditaciones: “Cuando te levantes por la mañana piensa en el precioso privilegio de estar vivo, de respirar, de pensar, de amar”.
En los funerales siempre escuchamos frases como: “La vida es muy corta. Debemos aprovecharla”, “No nos damos cuenta de lo que es realmente importante”, “Hoy estás aquí y mañana allí”. Frases que se desvanecen en cuanto volvemos a nuestra cotidianidad.
No somos realmente conscientes de nuestra mortalidad, y es por ello que al no recordarla tenemos la tendencia de dar importancia a cosas que realmente no la tienen, a preocuparnos por temas que no merecen nuestra atención y a no apreciar lo que tenemos en la vida.
De esta forma actuamos como si siempre fuese a haber un mañana, como si siempre fuésemos a tener tiempo. Al final postergamos lo más importante: Vivir.
Tener conciencia de que vamos a morir, de que nuestro tiempo en este mundo es limitado, debe ser el motor que nos permita apreciar la vida en todas sus facetas y que nos impulse a querer alcanzar nuestra mejor versión.
La muerte es la única certeza. Es esa certeza lo que hace tan especial nuestra vida. Hagamos que cada minuto valga.
by Txema Morales. Escritor y Coach.
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