Recuerdo perfectamente el instante y retengo aún las sensaciones.
Habíamos llegado juntos a la última transición y yo salí disparado para realizar el último sector conocedor que en las distancias cortas le llevaba ventaja.
Al poco de salir noté una presencia detrás e inmediatamente supe que era él. Habíamos entrenado tantas y tantas horas juntos que podía reconocer perfectamente su respiración. No me hizo falta ni girar la vista.
Él interpretó que no me había percatado de su presencia y montó su estrategia contando con ello. Yo varié la mía teniendo en cuenta esa posibilidad.
Mantuvimos ese estado de mutua ignorancia hasta el momento que giramos y la meta apareció a unos 150 metros en plena subida.
Un segundo se transformó en todo un mundo de pensamientos. Él esperaba sorprenderme acelerando y sacándome unos metros antes de que pudiese reaccionar.
Yo estaba atento a cualquier variación y cuando noté como su respiración se movía hacia mi derecha comencé a acelerar.
Los dos aceleramos al unísono, con las mismas ganas, las mismas energías y todo nuestro foco puesto en una meta que ya estaba a menos de 100 metros.
Unas décimas de segundo decidieron que mi estrategia no tuviese el éxito buscado ese día, o eso pensé después de ver la clasificación.
Al cabo de un par de días apareció esta foto y agradecí el preciso instante en que un soplo de aire me hizo consciente que llevaba a mi hermano deportivo pegado a mi. No variará ni un solo segundo de ese final.
El resultado no es lo que esperas, es lo que te llega.
by Txema Morales. Escritor y Coach.
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